La exposición reúne 37 acuarelas de tamaño uniforme, (100 x70 cm). El motivo que unifica la muestra es la música, en concreto, músicos callejeros que con sus diversos instrumentos ponen colorido a cada uno de los cuadros. Unas veces los personajes aparecen solos, junto a su instrumento; en otras ocasiones son dúos, bien de cuerda, de viento, de percusión… e, incluso, hay alguna pequeña orquesta callejera. Estos personajes aparecen en distintos lugares que he visitado en mis viajes, desde el rincón de una plaza en Roma, Barcelona o Brujas, a la orilla de un puerto en Copenhague o de un río en Oporto, en una calle empedrada abarrotada de turistas en Londres o Praga, en esquinas de edificios históricos en Madrid o Burgos o en lo alto de un puente en un canal de Amsterdam o Venecia y siempre en la que el ritmo de los violines o el melancólico sonido lento de la flauta detiene el tiempo o aún mejor, en la que los primeros acordes de un guitarrista que nos traen recuerdos agradables asociados a esa melodía. Esos Músicos, cada uno nos cuenta una pequeña historia que plasma alguna lección de vida. Son tipos que no viven porque buscan la vida; o viven disfrutándola. Personajes sin nombre que cuentan historias de alegría y de tristeza que llevan consigo moralejas sobre detenernos y vivir. Y después está la técnica, la Acuarela, para mí, poesía pintada, versos de colores estampados con pinceladas húmedas sobre papel blanco que se torna en luz, y como tal invade todos los espacios creando la imagen modulada y contrastada que carece de límites más que los del propio formato