Burgos, con una posición geográfica privilegiada dentro del territorio peninsular, se convirtió en un bastión crucial durante esta guerra. El ruinoso castillo medieval fue convertido por mandato del propio Napoleón en una plaza defensiva de retaguardia en el caso de repliegue, y en centro logístico.
Alojó una pequeña guarnición de franceses para garantizar el dominio de la ciudad, una ciudad por la que pasaron casi todos los protagonistas de esta época, y en la que cientos de miles de soldados entraban y salían a diario.
Desde 1808 el castillo y laderas del cerro fueron completamente transformados ante la construcción de un nuevo recinto fortificado compuesto por tres líneas de defensa de tipo abaluartado. A ellas se sumó otra fortificación en el cerro de San Miguel conocida como hornabeque. Hasta 1812 la guarnición del castillo no tuvo grandes sobresaltos. Pero en el otoño de ese año, Wellington llegó a Burgos persiguiendo a parte del ejército francés llamado “de Portugal”, después de haberlo derrotado en Arapiles. Pensando que la toma del castillo de Burgos era un objetivo fácil planificó diferentes asaltos para conquistar la fortaleza. Sin embargo, los franceses bajo el mando del General de Brigada Dubreton opusieron una férrea resistencia, aguantando durante 35 días el hostigamiento del lord inglés.
Para seguir esta ruta descarga este folleto: Folleto Asedio al Castillo de Burgos